Horacio, el caminante - RED/ACCIÓN

Horacio, el caminante

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Con el lanzamiento oficial de la precandidatura a presidente de Horacio Rodríguez Larreta comenzó el año electoral. El jefe de Gobierno porteño marcó el tono y la agenda de lo que será su campaña con un spot de estética cinematográfica que generó debate. Arranca la carrera.

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Con el lanzamiento oficial de la precandidatura a presidente de Horacio Rodríguez Larreta comenzó el año electoral. El jefe de Gobierno porteño marcó el tono y la agenda de lo que será su campaña con un spot de estética cinematográfica que generó debate. Arranca la carrera.

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Intervención: Marisol Echarri.

Candidato. Dime a quién le echas la culpa de nuestros males y te diré quién eres. Y también a quién probablemente termines votando. Hernán Iglesias Illa piensa que, en la política Argentina, el demonio se encarna en cuatro monstruos: la grieta, la casta, el kirchnerismo y la derecha. Y que los candidatos articulan su discurso con esa brújula. Para los moderados dialoguistas, las palomas, el problema es la grieta; para Milei y sus seguidores es la casta; para los halcones de la derecha es el kirchnerismo; y para el kirchnerismo, lógicamente, es la derecha. El esquema no agota la realidad pero ayuda a entenderla.

Horacio Rodríguez Larreta lanzó oficialmente su candidatura presidencial el 23 de febrero. Lo hizo con un video grabado al lado de un faro, en el kilómetro cero de la ruta 40, en Santa Cruz. Y lo posteó a las 20:23. Con más mensajes cifrados que una novela de Dan Brown, el spot tiene un faro como guía, se graba al comienzo de una ruta que une a todo el país, en la provincia de los Kirchner, y se postea a la hora que cifra el año en el que estamos y en el que son las elecciones. Con una estética bucólica, más escocesa que criolla, parece homenajear a una legendaria campaña de Johnny Walker, ícono del progreso. Los tuiteros se hicieron una fiesta.

El mensaje de HRL, algo largo —de 2 minutos y 27 segundos—, pero ejecutado con más profesionalismo que la mayoría de los spots electorales vernáculos, dejó lo suyo:

  • Quién soy. Un laburante sin carisma, un team player: “La transformación no la van a hacer un grupo de iluminados o un líder carismático. Llevamos años y años de carisma y miren cómo estamos. Lo mío es laburar y laburar y laburar, y armar equipos de trabajo para hacer que las cosas pasen, pero que se mantengan en el tiempo”. ¿De quién quiere distinguirse? Del Macri de 2015, que llegó al poder con “el mejor equipo de los últimos 100 años” y no logró que la transformación que intentó fuera permanente.
  • Quién es mi enemigo. La grieta, sin matices: “Los únicos que se benefician de la grieta son los que la abrieron, los que se aprovechan de ella. Los que la usen son unos estafadores. O terminamos con la grieta o la grieta termina con la Argentina”. Más paloma no se consigue: el kirchnerismo y Patricia Bullrich —y Macri, por elevación—, todos en la misma bolsa. Unos por abrirla, otros por explotarla. Apuesta fuerte en unas PASO que prometen sangre.
  • Qué futuro ofrezco. “Un país donde todos apuntemos para el mismo lado”: de nuevo, antigrieta. Y, con algo más de detalle: “Un país donde igualar sea igualar para arriba, un país donde la educación sea intocable, un país donde se produzca en todos los rincones”. Estudio y esfuerzo para poder progresar, o sea el discurso de la UCR desde tiempos de Alem. Y desarrollo federal, antídoto contra el porteñismo del candidato.

Interesante apuesta. HRL entiende que primero tiene que ganar las PASO, por eso sale a distinguirse de Bullrich y Macri. Aunque deja un flanco al descubierto que da pie a que sus contrincantes lo acusen de blando y acuerdista. Y por eso ahora tiene que salir a aclarar que no, que su límite es el kirchnerismo, que con ellos no hay diálogo. Game of Thrones, temporada uno, episodio uno.

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Tres preguntas a Michael Green. Es un autor de libros y conferencista inglés, experto en desarrollo social. Es el CEO de Social Progress y creador, junto con su equipo, del Social Competitiveness Index, un índice que permite medir el desarrollo social de los países.

—¿Cómo imaginás el futuro? ¿Vamos a lograr cumplir los Objetivos Globales para el Desarrollo para 2030 que propuso la ONU?
—Es interesante preguntarse si creemos que el mundo va a ser un lugar mejor el próximo año o la próxima década. Si podremos terminar con el hambre, lograr la igualdad de géneros y frenar el cambio climático en los próximos 15 años. Según los gobiernos del mundo, sí. No hace mucho, líderes de todo el mundo se reunieron en New York y acordaron los Objetivos Globales para el Desarrollo para 2030. Esos objetivos son producto de un enorme ejercicio de consulta. Son lo que nosotros, la humanidad, queremos ser. Ese es el plan, el tema es si realmente podemos llegar ahí. La respuesta es, sorprendentemente, que sí podemos. El tema es que no lo lograremos si seguimos haciendo lo que venimos haciendo, business as usual, como se dice. La idea de que el mundo puede ser un mundo mejor puede parecer ingenua, sobre todo si se mira las noticias cada día: parece que retrocedemos, no que avanzamos. Pero miremos esto: en 2001, la ONU propuso otras metas, los Objetivos para el Desarrollo del Milenio, y el principal target ahí era reducir la proporción de gente viviendo en la pobreza para 2015. Se tomaba de base el número de 1990, cuando el 36% de la población mundial era pobre, y 25 años después llegamos al 18%. Ahora (2016) lo superamos: es del 12%. Seguimos teniendo muchos problemas, pero aun los pesimistas tienen que reconocer que el mundo está mejor.

—¿Cómo crees que podemos lograr los objetivos de desarrollo que nos propusimos?
—Buena parte tiene que ver con lo económico. La mayor reducción de la pobreza proviene de países como China e India, cuyas economías crecieron mucho en los últimos años. El tema sería saber si podemos replicar eso, y que el crecimiento económico impulse el social. Los Objetivos Globales de la ONU no son sólo ambiciosos, sino complicados: detrás de los 17 que son, hay 169 targets y cientos de indicadores. Algunos son específicos —terminar con el hambre— y otros algo vagos: promover la paz y la tolerancia social. Para analizar esto yo suelo usar una herramienta, el Índice de Progreso Social, que hace tres preguntas fundamentales. La primera es de necesidades básicas: nutrición y medicina básica, agua y sanidad, y vivienda. La segunda es sobre las bases de una vida mejor: educación, acceso a la información, y ambiente saludable. Y la tercera es sobre las oportunidades para mejorar la vida: derechos, libertad personal, inclusión y tolerancia, acceso al conocimiento más avanzado. Estas variables se traducen a indicadores, que agregadamente y en su punto máximo serían 100. Noruega tiene el más alto, con 88 puntos. La República Centroafricana tiene el más bajo, con 31. El promedio global, ponderando la población, es 61. Eso significa que el promedio global vive hoy de un modo parecido a Cuba o Kazajistán. ¿Qué puntaje deberíamos tener para lograr los Objetivos Globales? Yo estimo que 75.

—¿Cuál es la clave para el desarrollo social, además del crecimiento económico?
—El Índice de Progreso Social ayuda a entender la relación que hay entre el crecimiento económico y el progreso social. Cuanto más ricos, tendemos a tener más desarrollo social, pero cuando ya alcanzamos cierto nivel de riqueza, cada dólar “compra” menos desarrollo social. En 2015, el PBI per cápita era de USD 14.000. Se calcula que el crecimiento económico entre 2015 y 2030 va a ser de 3,1%, promedio. O sea que el PBI per cápita va a ser de aproximadamente USD 23.000. La pregunta es: si logramos eso ¿cuánto desarrollo social alcanzaremos? Los economistas de Deloitte dicen que el desarrollo social va a pasar de 61 a 62,4. O sea, un crecimiento mínimo. ¿Por qué? En parte porque la parte más fácil del desarrollo social ya está hecha y falta la más difícil, y en parte porque el crecimiento económico trae consigo desafíos climáticos, ambientales o de salud. O sea, no vamos a alcanzar los Objetivos de Desarrollo sólo haciéndonos más ricos. China, Rusia o India tienen un desarrollo social muy por debajo de su PBI, pero por otro lado países como Costa Rica, Ruanda o Nueva Zelanda tienen un desarrollo social muy importante gracias a sus políticas educativas y ambientales, muy por encima de sus PBI. Ahí está la clave: podemos alcanzar los Objetivos siguiendo políticas inteligentes como las de esos países, sin esperar a que la economía explote. Y algo mejor todavía: la economía además crecerá si lo hacemos.

Las tres preguntas a Michael Green se tomaron de la presentación “How We Can Make the World a Better Place by 2030”, dada en el contexto de TEDxLondon. Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.

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Geopolítica y tecnología. La popularidad de ChatGPT —un programa conversacional creado por OpenAI, una start-up ambiciosa fundada por magnates de Silicon Valley— está revolucionando el mundo tecnológico, y tiene también impacto geopolítico. Este artículo de Carlos Mutto explica cómo el enfrentamiento que protagonizan China y los Estados Unidos es también tecnológico, encarnado por las empresas americanas de un lado, y los BATX (Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaomi), que monopolizan el mercado chino, del otro. ChatGPT parece significar una ventaja para los americanos, con consecuencias todavía difíciles de precisar. Con otros protagonistas y otra tecnología, igual que en los años 60 y 70 del siglo pasado, la Guerra Fría está entre nosotros.

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Academia. Desde que el legendario James Grunig enunció con claridad que las relaciones públicas son una función del management en las organizaciones, se ha escrito abundantemente sobre el tema en el ámbito académico. Este artículo de Barbara DeSanto se enfoca en las oportunidades de colaboración con otros roles estratégicos del management, no sólo en los niveles más senior sino también en los intermedios.

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Oportunidades laborales

Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]

¡Hasta el miércoles que viene!

Juan

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