Las bases de la convivencia - RED/ACCIÓN

Las bases de la convivencia

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Cualquier campaña de bien público funciona como pretexto para recordar que, en sociedades complejas como la nuestra, hay algunos acuerdos básicos sobre lo que es bueno pero múltiples diferencias sobre cómo alcanzarlo. Un desafío en el que la comunicación cumple un rol clave.

Las bases de la convivencia

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! Cualquier campaña de bien público funciona como pretexto para recordar que, en sociedades complejas como la nuestra, hay algunos acuerdos básicos sobre lo que es bueno pero múltiples diferencias sobre cómo alcanzarlo. Un desafío en el que la comunicación cumple un rol clave.

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El bien y el mal. Marzo terminó. El día 21, CoorDown, la ONG italiana dedicada a promover los derechos de las personas con síndrome de Down, lanzó una campaña protagonizada por una chica que expresa un mensaje simple y contundente: si todos asumen que no voy a poder (practicar un deporte, vivir por mi cuenta, estudiar a Shakespeare, o lo que sea), entonces eso se vuelve realidad y no puedo. Si asumen lo contrario, en cambio, probablemente lo logre. La campaña se volvió viral porque está bien hecha, y quizá también porque lo que aplica a una chica con síndrome de Down es válido para todo el mundo: la confianza fortalece.

El caso bien sirve para ilustrar el conocido fenómeno de las marcas con propósito —tema ya tratado en otro número de Comms— aunque también para algo más: para volver a pensar en los acuerdos fundamentales que funcionan como base de las sociedades modernas. Y en los puntos de divergencia, sobre todo en este contexto de polarización extrema. No solo en la Argentina: en el mundo. Con esa guía, los políticos y las organizaciones luego deciden hasta dónde involucrarse en la batalla cultural que hay detrás de cada tema.

Un posible temario de acuerdos y divergencias podría ser el siguiente:

  • La vida. No hay quien no la defienda. El deseo de curar enfermedades, evitar guerras y atenuar los efectos de las catástrofes naturales es universal. Con esa base común, las divergencias luego son múltiples: el aborto, la eutanasia, la pena de muerte, las acciones bélicas defensivas. Aun lo más sagrado parece admitir excepciones.
  • La paz. Apoyo unánime, aunque plagado de matices. Desde el pacifismo extremo —no deberían existir las armas— hasta el poderío militar como factor disuasorio frente a posibles atacantes. Y la reacción proporcional frente a la agresión: ojo por ojo. O la exterminación del enemigo. El diablo está en los detalles.
  • El planeta. Todos queremos un planeta limpio y saludable. Además, ya nadie se salva del cambio climático. Sin embargo, las propuestas van desde naturalismo hippie hasta dejar todo como está, pasando por la conversión energética urgente o la reducción gradual de gases de efecto invernadero. Para todos los gustos.
  • Los débiles. Consenso casi absoluto sobre la necesaria protección a los desfavorecidos: minorías discriminadas, pobres, enfermos, víctimas de toda naturaleza. ¿Cómo? Ahí empiezan los matices: subsidios, leyes de cupo, ventajas impositivas. Y luego, más diferencias: por qué, hasta dónde, cuánto, durante cuánto tiempo.
  • Las normas. Sobre esto, desacuerdos de base: respeto irrestricto a la independencia de los poderes del Estado o alineamiento del Ejecutivo, Legislativo y Judicial para luchar contra los “poderes fácticos” contrarios a los intereses populares. Líderes fuertes o limitados por las instituciones. ¿Depende? ¿De qué? ¿Quién lo determina?

Parece haber acuerdos básicos sobre muchos de los títulos pero divergencias profundas sobre casi todos los subtítulos. Y un sistema de convivencia que administra esas tensiones: la democracia. Y un método para dirimir desacuerdos: la política. Y un recurso que puede facilitarlo todo, si se sabe usar: la comunicación.

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Tres preguntas a Pablo Cattoni. Es un profesional de las comunicaciones y los asuntos públicos argentino. Ocupó posiciones de responsabilidad en Sanofi, GE, Dow, BAT y Shell, entre otras empresas. Expresidente del Consejo Profesional de Relaciones Públicas, hoy es director institucional en Sidersa. Recientemente corrió la maratón de las islas Malvinas.

—¿Qué sentiste al correr la maratón en las islas Malvinas?
—Correr en Malvinas fue cumplir un sueño. Siempre había anhelado visitar las islas, pero diferentes motivos postergaban el viaje. El objetivo de participar en la maratón fue la excusa perfecta. En especial en esta edición: significaba completar los 42 kilómetros a justamente 42 años de la guerra y de esa manera ofrecer un pequeñísimo homenaje para nuestros héroes. Tuve la oportunidad de correr diferentes carreras alrededor del mundo, pero la de Malvinas no se compara con ninguna otra en la que haya estado. Completar cada kilómetro en nuestras islas es una experiencia única y trascendente que te atraviesa el alma. Desde lo técnico es una carrera compleja, con varias cuestas largas y muchos momentos en los que estás solo, con un clima muy cambiante. Este año, hasta hubo caída de granizo y vientos con ráfagas de 90 kilómetros por hora. De todos modos, la emoción de estar corriendo en las islas te prohíbe frenar. Saber que uno corre por las mismas calles en las que estuvieron nuestros soldados te empuja hacia delante hasta lograr el objetivo. En mi caso, hubo un condimento especial, casi mágico: siempre escucho música al correr y me preparo listas de canciones para cada competencia que se van reproduciendo aleatoriamente. Ese día, a pocos metros de alcanzar la meta, de casualidad, comenzó a sonar la Marcha de las Malvinas. La emoción contenida me tiró al cruzar la llegada para buscar el primer espacio de pasto y darle un beso a nuestra tierra.

—¿Qué representa Malvinas para vos?
—Malvinas es un ícono de la argentinidad, enraizado en la identidad de nuestro pueblo como ninguna otra convicción. Malvinas es recuerdo y es presente constante, es un símbolo inalterable y es una utopía que nos impulsa. Es de las pocas causas que une a todos los argentinos sin grietas, una amalgama de incontables argumentos y muchas ficciones que los decoran. La impenetrable solidez y opacidad de la cuestión la convierten en un dogma. Un tema irrefutable e indiscutible que no habilita matices por lo que termina clausurando cualquier diálogo posible y censura cualquier concesión. Es una pena que, a veces, la jaula en la que nos encierra el fanatismo no nos permita entablar una conversación con el otro, no nos deje comprender realidades o, en algunos casos, nos quite la posibilidad de conocer nuestras islas para evitar tener un sello en el pasaporte. Nadie que tenga los recursos suficientes debería privarse de visitar Malvinas por un poco de tinta en un papel. En estos días de abril la presencia de Malvinas se hace más fuerte. Los veteranos y los caídos merecen nuestro máximo respeto y nuestra permanente gratitud. Todo homenaje es injustamente pequeño e insuficiente. Conocer sus historias, saber quiénes son los que entregaron o arriesgaron su vida por la patria, nos acerca a ellos y nos permite comprender lo enorme que fue su gesta. Su valentía y su patriotismo en una guerra desigual debería servir como ejemplo a todos los argentinos en la tarea de construcción del país que nos merecemos.

—Tu experiencia se vio reflejada en varios artículos en medios de comunicación, ¿qué repercusión tuvieron?
—Me sorprendió el impacto de las notas. Sin dudas, Malvinas moviliza, emociona e interesa. Antes de viajar, le conté sobre la visita a Sergio Suppo, quien junto a Alejandra Conti, escribió uno de los libros sobre Malvinas más recomendables que se publicaron en los últimos años. Al regresar, me invitó a contar la experiencia en una entrañable conversación que tuve con Miguel Clariá en Cadena 3. De allí surgió luego una nota que publicó Infobae y a partir de eso otras entrevistas en radio y televisión. Estando allá también tuve la suerte de que Penguin News, el único diario de las islas, publicara una carta de lectores que envié para contar la experiencia de un argentino compartiendo una semana con isleños. Creo que no es ninguna epopeya correr una maratón ni viajar a Malvinas. En las charlas solo quise transmitir la emoción sin igual que significó para mí recorrer los 42 kilómetros a 42 años de la gesta de Malvinas y entusiasmar a otros con las sensaciones indescriptibles de estar en nuestras islas. Si las notas lograron transmitir esa emoción y eso, a su vez, movilizó por lo menos a una persona a decidirse a empezar a correr, o a conocer más sobre Malvinas o, mejor aún, a conocer las islas, siento que mi tarea estará más que cumplida.

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Elogio de lo dramático. En la actualidad, la creencia en el destino a través del horóscopo y la astrología convive con la ideología científica. Este artículo de Carlos Álvarez-Teijeiro apunta que estos postulados tienden al determinismo y limitan la libertad y la capacidad de tomar decisiones “porque la vida humana no es trágica, sino dramática”: implica la libertad de obrar y de hacerse cargo de las consecuencias. El autor postula que la felicidad se concreta cuando el ser humano asume que está destinado a los demás.

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Academia. El siglo XX, con sus dos guerras mundiales y con el horror del Holocausto, de alguna manera fue un punto de inflexión para la humanidad. La filosofía en general, y la ética en particular, en cierto modo acompañaron este derrotero. Este libro de Julián Marías busca tomarse en serio los grandes problemas morales de la actualidad y reflexionar sobre ellos con una propuesta superadora: lo ético como lo “mejor”, lo que más perfecciona al ser humano, lo que más lo acerca a su versión más acabada. Un modo atractivo de entender los problemas más profundos de la existencia humana.

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Oportunidades laborales

¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

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