Los nuevos caminos de la reproducción asistida en América Latina- RED/ACCIÓN

Los nuevos caminos de la reproducción asistida en América Latina

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

La autora recorrió Argentina, Colombia y México para relatar historias y desafíos en torno a la reproducción asistida y los nuevos modelos de familia. El trabajo se plasmó en el documental Bebé on demand, que emite National Geographic.

En los últimos meses recorrí Argentina, Colombia y México en busca de historias (y testimonios de especialistas y referentes) que mostraran el mundo de los nuevos modelos de familias, de la reproducción asistida, sus dilemas y controversias.

El mundo de la maternidad y la paternidad con esfuerzo es algo que incomoda en América Latina. Para quienes están involucrados en este camino, tener un hijo –solos, en pareja hetero u homosexual, como persona transgénero– no sólo resulta un deseo urgente propulsado en general por el amor, si no que puede llevarnos a lugares inesperados. Requiere exponer el cuerpo a la medicina reproductiva, sostener la autoestima, las dudas existenciales, mantener el alma en pie y defenderse de los estigmas.

El recorrido se plasmó en el documental Bebé On Demand, que puede verse en la plataforma digital de National Geographic Latinoamérica, y formó parte de un proceso que empezó en 2015 cuando publiqué el libro El deseo más grande del mundo. Testimonios de mujeres que quieren ser madres. Fue, un enorme aprendizaje.

Vi crecer la semilla de un tema que me envolvió por completo y fue formando parte de mi vida a partir de las distintas maneras de contarlo. Lo mismo me había pasado a partir de la búsqueda de mi segundo hijo. En El deseo más grande del mundo cuento mi historia luego de un diagnóstico de menopausia precoz a los 33, y también, las de otras nueve mujeres que recorren caminos distintos con finales inciertos y que forman familias diversas. En Bebé on demand son diez testimonios y muestran la punta del iceberg de la inserción de las nuevas tecnologías en la reproducción.

Como Joaquín, que llegó de forma natural, cuando iba camino recibir la donación de un óvulo, el mundo que se abrió en el recorrido del libro al documental también fue inesperado.

Por un lado significó sostener frente a interlocutores, en ocasiones desconfiados, que el tema valía la pena ser retratado y que afectaba directamente la vida y la sensibilidad de muchísimas personas que disponían de poca información, un cúmulo de prejuicios, soledad y enormes padeceres. Con el equipo buscamos que los casos reflejaran la mayor diversidad de problemáticas en torno a la fertilización asistida.

Este proceso me llevó también, a partir de las opiniones plurales recogidas, a reflexionar aún más sobre el factor humano en el desarrollo tecnológico, en este caso en materia de reproducción. Su impacto en las vidas de miles de personas en pos de lograr algo tan ancestral y biológico como el deseo de tener un hijo. ¿Todo lo que es posible hacer, hay que hacerlo? ¿Quién toma esa decisión? ¿Si quien gesta se siente hombre, es padre o madre? ¿Hay una sobre indicación de tratamientos de fertilidad? ¿Es que no se intenta lo suficiente solucionar la causa? ¿La subrogación, cuando hay dinero de por medio, es explotación de la mujer o libertad sobre el uso del cuerpo puesto en función de una causa altruista?

Durante los meses de trabajo descubrí que no importa la edad: a la gran mayoría de las personas el tema les toca una fibra íntima. Ya sea porque se ponen a pensar si quieren o no ser padres, porque conocen a alguien que está atravesando un camino de dificultades o armando un modelo de familia distinto, porque hace años lo vivieron o conocieron a alguien a quien le costó tener hijos.

Aprendí también que el acceso a los tratamientos es muy limitado en el resto del continente. A partir de la Ley nacional de cobertura de Reproducción Asistida, Argentina lleva amplia ventaja, aunque en un reciente estudio sus índices de calidad –es decir, relación entre cantidad de tratamientos y embarazos logrados– son peores que otros países de latinoamérica. En Colombia, por ejemplo, de población similar, se hacen 4300 ciclos al año (tratamientos de alta complejidad). En Argentina son 23.000. En México, unos 15 mil, en una población casi tres veces mayor.

Descubrí que el estigma y la violencia que se cierne sobre quienes quieren romper los paradigmas o son infértiles, está siempre presente. Lo vi en el caso de Juan, un hombre transexual que gesta a su hijo de 10 semanas pues su pareja mujer está estudiando, y no querían dejar pasar más el tiempo. Él nos pidió no mostrar su cara por miedo a las agresiones que sufren las personas trans en algunos lugares de México. Y lo vi también en otra de las entrevistadas, cuando se negó a que contáramos que su hijo había nacido por ovodonación, pues no quería “partirle el corazón” a su madre con algo que para ella, de alguna forma, era vergonzante.

En este trabajo valió más que nunca la empatía que se generó con los entrevistados al haber estado yo misma en su lugar, o en un lugar similar. Todos los que alguna vez calzamos esos zapatos nos hemos sentido solos, nos hemos considerado menos mujeres o menos hombres por no poder concebir, hemos pensado en la mirada de los otros y, sobre todo, en cómo sería el futuro de nuestro hijo o hija concebido de manera no convencional.

Hay una hermandad en esta comunidad que no te suelta nunca. Y eso lo vi, también, en la emoción de una niña que había sido adoptada, mientras me contaba que había vuelto al hogar de donde había “salido”, esta vez como voluntaria, para ayudar a otros contando su experiencia. Un loop que me hizo ver mi propia vida y mi propio proceso, transformado en las ganas de tener la varita mágica para hacer que ese Bebé on demand, ese Deseo más grande del mundo, llegue lo más pronto posible para todos ellos.