Cómo trabaja una universidad argentina para incluir a estudiantes indígenas a sus aulas- RED/ACCIÓN

Cómo trabaja una universidad argentina para incluir a estudiantes indígenas a sus aulas

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Desde 2011, la Universidad Nacional del Nordeste en Resistencia, Chaco, desarrolla un programa que promueve el ingreso de estudiantes indígenas a sus carreras: hoy hay 83 cursando y 5 recibidos. Los últimos datos disponibles indican que en Argentina solo el 15 % de la población indígena de 20 a 29 años accede al Nivel Superior frente a un 46 % de la población general del mismo grupo etario en todo el país.

Cómo trabaja una universidad argentina para incluir a estudiantes indígenas a sus aulas

Ilustración: Marisol Echarri.

Alexandro Fernández es el segundo de ocho hermanos de una familia indígena de la comunidad Qom y el primero en llegar a la universidad. Apenas egresó del secundario, a los 19 años, cargó lo indispensable en la caja de la camioneta de su papá y juntos recorrieron los 150 kilómetros que separan al pueblo de Quitilipi de Resistencia, la capital de la provincia de Chaco.

Le costó acostumbrarse al ritmo de la ciudad; extrañaba a su familia y a su comunidad. Debió empezar a trabajar para mantenerse, pero no bajó los brazos. Hoy, tiene 30 años y el 80 % de la carrera de Arquitectura aprobada en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). “Mi sueño es recibirme y ser un ejemplo de superación para los demás chicos de la comunidad, que puedan quitarse ese miedo, esa imagen de que solo podemos trabajar en el campo”, dice el estudiante.

Alexandro Fernández es de la comunidad Qom, tiene 30 años y el 80 % de la carrera de Arquitectura aprobada en la Universidad Nacional del Nordeste.

Evelin Ponce vive en Fontana, a unos 5 kilómetros de Resistencia y, como Alexandro, también pertenece al pueblo Qom. Terminó el secundario en 2014, pero no fue hasta 2017 que empezó a estudiar el Profesorado en Educación Inicial en la UNNE.

Ella en verdad quería estudiar abogacía: “Pero se cursa en la sede que la UNNE tiene en Corrientes y demanda un viaje de dos horas y tres colectivos. Me llevó un tiempo decidirme por maestra jardinera y cuando ingresé, como habían pasado algunos años desde el final del secundario, me costó entrar en ritmo de estudio y entender”, cuenta.

Pero apenas empezó, en pocos meses falleció su abuela y su papá. “Ambos vivían conmigo por lo que el impacto emocional y económico fue grande. De a poco fui atravesando el dolor, empecé a trabajar y, con la computadora que le dieron a uno de mis hermanos en la escuela en 2014, estoy haciendo la carrera”, sostiene.

Evelin tiene 26 años, es la cuarta de 10 hermanos y la primera en llegar a la universidad. “Hoy, mis tres hermanos más chicos ya hablan sobre qué carrera universitaria podrían seguir”, cuenta orgullosa.

La universidad pionera en la inclusión de estudiantes indígenas

Con historias similares a las de Alexandro y Evelin, este año hay 83 estudiantes indígenas, provenientes de pueblos Qom, Wichí y Moqoit de Chaco, cursando carreras en la UNNE. Para lograrlo, la universidad viene trabajando desde hace décadas. Aunque fue en 2011 con la creación del Programa Pueblos Indígenas (PPI) que marcó realmente la diferencia respecto a las demás universidades del país.

En Argentina reside población indígena en todo el territorio. Sin embargo, en solo 15 de las 57 universidades públicas que forman parte del sistema educativo nacional funcionan iniciativas que promueven el ingreso de personas indígenas, apoyan sus trayectorias educativas y ofrecen actividades académicas relacionadas con sus lenguas, historias y vida contemporánea. En este contexto, la UNNE no solo es pionera, sino que el programa que desarrolló “es único en su tipo”, destaca Daniel Mato, director de la Cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina de la Universidad Nacional Tres de Febrero.

“El PPI surgió porque ―haciendo trabajos de investigación desde la Universidad en los pueblos Qom, Wichí y Moqoit de Chaco― observamos que no había estudiantes de esos pueblos en nuestras aulas”, explica Laura Rosso, coordinadora del PPI.

Estudiantes de comunidades indígenas durante el acto de bienvenida a la UNNE en Resistencia, Chaco.

Así se diseñó este programa que ofrece becas (este año serán de $3456 por mes) y apoyo pedagógico a jóvenes y adultos/as indígenas que quieran iniciar carreras de grado. Y que también contempla la formación de gestores, docentes e investigadores en temas relacionados a los pueblos indígenas y la educación superior.

Pero el programa tiene otra característica que lo distingue, explica Rosso: “En cumplimiento del derecho a la participación indígena, se conformó una comisión asesora compuesta por referentes de los tres pueblos originarios”. Junto a la coordinación del programa, la comisión analiza: las presentaciones de los aspirantes a becarios y becarias, recomienda la adjudicación de las becas, y propone criterios para examinar las problemáticas presentadas por alumnos y alumnas. Los referentes también participan como tutores culturales transmitiendo el sentido que para las comunidades tiene el ingreso de indígenas a la UNNE, acompañan a estudiantes en la organización de actividades de creación y recreación cultural y participan de las actividades de difusión del programa. Además, este año la comisión tiene previsto sumar a estudiantes indígenas votados por sus pares.

Rosso agrega que los estudiantes indígenas “además de los tutores culturales cuentan con tutores pares ―estudiantes que tienen más de la mitad de la carrera realizada, se han capacitado para cumplir ese rol, y en algunos casos, son indígenas―”.

De hecho, Alexandro Fernández es tutor par de una chica que estudia Diseño Gráfico y dos chicos que cursan Arquitectura. “La idea es guiarlos desde un lugar más cercano”, explica.

En ese sentido, Alexandro está evaluando proponerse para representar a los estudiantes en la comisión: “Y así, acercar de primera mano los problemas que atraviesan los estudiantes. Porque los referentes adultos de las comunidades suelen estar alejados de lo que hoy significa estudiar. Con un hermano más chico, que también estudia en la universidad y es tutor, buscamos de esta manera retribuir lo que el programa nos dio. Es una alegría que nuestra comunidad, nuestra gente, busque superarse y venir a la Universidad; queremos ayudar a eso”.

Este año Evelin tiene como tutora a una estudiante de pueblos originarios que ya está avanzada en la misma carrera que cursa ella. “La veo como una igual, me siento más identificada, siento que le costaron las mismas cosas que a mí”, dice.

Estadísticas que revelan la desigualdad

“En 2019 la UNNE contaba con 55 personas indígenas matriculadas. En 2021 ya son 83 ―de un total de 50.000 estudiantes―, de los cuales 25 ingresaron este año ―sobre un total de 14.300 nuevos inscriptos―. En tanto, ya suman 5 los egresados: 1 técnica en Bibliotecología, 1 enfermera, 1 abogado, 1 técnica en Gestión y Desarrollo Cultural y 1 profesora de Educación Inicial”, detalla Delfina Veiravé, rectora de la UNNE.

Alexandro y otros estudiantes junto a las coordinadoras del Programa Pueblos Indígenas.

Para poner en contexto el trabajo que viene desarrollando la UNNE, vale destacar que los escasos datos que hay sobre la población indígena corresponden al año 2010 e indican que el 10,99 % posee estudios completos de Educación Superior (universitario o no universitario) y el 6,70 %, incompletos. “No obstante, existen diferencias significativas entre algunas provincias”, alerta Daniel Mato.

De hecho, en este estudio publicado en 2020, Mato detalla que en algunas provincias el porcentaje de personas indígenas con 20 años o más ―que en 2010 contaban con educación superior completa― resultaba especialmente bajo respecto del promedio nacional para este mismo grupo de población (10,99 %). Por ejemplo: Formosa (1,9 %), Chaco (2,5 %), Salta (4,6 %), Chubut (6,7 %), Río Negro (6,9 %), Neuquén(7 %), Santiago del Estero (8,1 %), Jujuy (8.4 %) y Santa Cruz (8,9 %).

En tanto, en base a datos de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (2004-2005), la antropóloga Mariana Paladino señala en este informe que en esos años “solo el 15 % de los jóvenes indígenas asistían a una institución de Educación Superior, mientras que esta proporción era de 46 % al considerar al total nacional de población”.

La deficiencia en las estadísticas no es un dato menor: genera una desventaja enorme a la hora de diseñar políticas educativas para estas comunidades.

Sorteando la invisibilidad a la que la falta de datos busca someterla, Evelin está cursando tres materias a distancia. Para hacerlas, usa la netbook que le dieron a su hermano en 2014 y como no tiene wifi usa datos del celular para conectarse. “Por suerte la Universidad, además de la beca del PPI, nos ayuda con $700 mensuales para pagar datos o internet, más subsidios para materiales didácticos, bibliografía y librería”, dice Evelin. Y agrega: “También hay una beca de comedor, pero nunca la pedí. Yo puedo ir a mi casa, me queda cerca, y prefiero que la usen otros chicos que no tienen esa posibilidad”.

Mato explica que la mayoría de los estudiantes indígenas “para cubrir gastos de transporte, alojamiento y alimentación dependen de ayuda familiar y/o de ingresos que obtienen mediante trabajos temporales”.

¿Cómo idear una solución similar?

Ahora, ¿cuál es el principal desafío que tienen por delante las universidades que pretendan incorporar a estudiantes de pueblos originarios? Laura Rosso explica: “Achicar la distancia en términos culturales que tienen las carreras, de los conocimientos y lenguas de los y las jóvenes indígenas. Los planes de estudio no los contienen. Ese es el gran reto de las universidades, primero cuestionarse aquello que propone como el único saber válido para poder incluir la historia, las lenguas, las formas de entender el mundo y de aprender de los pueblos indígenas”.

Por su parte, Mato piensa que “todas las universidades públicas del país podrían construir programas semejantes al PPI de la UNNE. El problema es que la Ley de Educación Superior (LES) no asegura los derechos educativos de personas y comunidades afrodescendientes y de pueblos indígenas establecidos en la Constitución nacional. Por eso, es que ―junto a un buen número de colegas y referentes de pueblos indígenas y afrodescendientes― venimos proponiendo una actualización de la LES”.

Estudiantes de la comunidad indígena en un encuentro con los tutores del programa de inclusión de la Universidad Nacional del Nordeste.

Además, sigue Mato: “La Universidad Nacional de Rosario (UNR) tiene una política semejante a la del PPI de la UNNE. Y otras 13 universidades tienen cátedras abiertas o libres de pueblos indígenas, pero no disponen de fondos para becas. Para que todas las universidades puedan tener programas semejantes al PPI de la UNNE o al de la UNR es necesario contar con una política al respecto, dotada del presupuesto correspondiente. Si contáramos con ella, pronto tendríamos programas semejantes al PPI de la UNNE en al menos esas universidades, en tanto la UNNE y la UNR podrían mejorar los que ya tienen”.

Alexandro recuerda que cuando llegó a Resistencia le costaba preguntar o gestionar lo que necesitaba. Era sumiso y tenía una posición más de espera. “Poco a poco fui generando el carácter que tengo hoy. El sistema no está adaptado a las formas de un chico de una comunidad indígena. Nuestra comunidad empezó a salir hace poco tiempo de ese lugar de inferioridad. Nos inculcaron ese miedo a que somos incapaces, inferiores, que no razonamos ni tenemos las capacidades para salir adelante y menos en un contexto universitario”.

Por el PPI, sostiene Alexandro, “estoy donde estoy ahora. Siento que ellos tomaron el rol de padres. Cuando no entendía algo iba a sus oficinas y siempre me ayudaron a entender y a buscar una solución”.En cuanto a lo profesional, Alexandro sueña con tener su propio estudio de arquitectura, sin dejar de lado su idiosincrasia, haciendo acciones que hagan referencia a su comunidad. Como cuando diseñó el Monumento Napalpí, que se inauguró hace poco, y hace referencia a la matanza de indígenas Qom y Moqoit en 1924.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 10 de mayo de 2021.

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