Donar órganos, una expresión de la cultura solidaria - RED/ACCIÓN

Donar órganos, una expresión de la cultura solidaria

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Este jueves el es Día Nacional de la Donación de Órganos y Tejidos. Un acto que es posible gracias a la enorme generosidad de cientos de familias argentinas. Y que, mediante la difusión, podemos llegar a multiplicar.

Donar órganos, una expresión de la cultura solidaria

¡Buenos días! Este jueves el es Día Nacional de la Donación de Órganos y Tejidos. Un acto que es posible gracias a la enorme generosidad de cientos de familias argentinas. Y que, mediante la difusión, podemos llegar a multiplicar.

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Intervención: Marisol Echarri.

La mejor manera de convertirse en donante de órganos es ahora mismo (después de leer esto) decirles a los seres queridos: “Quisiera que nunca me pase nada. Pero si me pasara algo sepan que soy donante de órganos”. Esto es lo más concreto e importante que podemos hacer para convertirnos en donantes de órganos. Que nuestros seres queridos lo sepan.

Porque en medio de la tragedia de una situación compleja, que tiene que ver con la vida, la muerte, el dolor y los afectos, esa determinación es muy difícil de tomar. En el momento en que uno vive una situación extrema con un ser querido, esa decisión se suma a un montón de otras decisiones difíciles. Al decirle ahora mismo a mis seres queridos que quiero ser donante, libero a mi familia y seres queridos de esa decisión.

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Por otra parte, hablar de trasplantes significa no olvidarse, jamás, del homenaje a las familias donantes. Es posible que, por lo menos, una o dos familias cada día pase por la tremenda situación en la que un ser querido fallece y toman la decisión de donar los órganos. Y así salvan una, dos o tres vidas.

En el marco del Día Nacional de la Donación de Órganos y Tejidos, nuestro primer homenaje es a las familias. Cada año más de 300 en un país como el nuestro deciden donar órganos.

También queremos elevar simbólicamente un aplauso a quienes donaron en vida. Por ejemplo, lo más frecuente, uno de los dos riñones. Se puede vivir con un riñón, pero no es fácil tomar semejante decisión. Algunos también donaron parte de su hígado. Esas personas merecen también un homenaje.

Y hacemos acá un comentario: estamos intentando que estas heroínas y héroes que pusieron su propio cuerpo, tomaron un riesgo, que ya no existan más. Que haya tanta disponibilidad de quienes donan órganos tras fallecer, que no haga falta que en vida haya que tomar esa decisión.

Estamos soñando, en síntesis, con una cultura de la donación de órganos.


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Posiblemente, la donación de órganos es un tema del que hay que seguir multiplicando la comunicación. Cada día hay dos, tres, cuatro trasplantes. Si sumáramos uno o dos más por día significarían cientos de vidas humanas que mejoran.

Las campañas de trasplante suelen seguir la lógica de las emergencias. Pero deberíamos lograr campañas más sostenidas. Diariamente, permanentemente. Que cualquiera sepa de qué hablamos cuando hablamos de trasplante.

Para cerrar, como comunidad hemos dado un enorme paso filosófico. Antes de la ley Justina (otro homenaje a esa chica increíble) ninguno era donante hasta que firmábamos el consentimiento de que lo éramos. Desde esa ley todos lo somos, salvo que digamos que no.

Fue un momento central en la Argentina. Un éxito de la cultura solidaria.

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Cada 30 de mayo es el Día Nacional de la Donación de Órganos y Tejidos. ¿Por qué esa fecha? por el nacimiento del hijo de la primera paciente que dio a luz después de haber recibido un trasplante en un hospital público (una historia conmovedora que ya contamos una vez en OXÍGENO).

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Una breve charla con Horacio Vogelfang. Es un ícono del trasplante pediátrico. En el 2000 creó el programa de Trasplante Cardíaco del Garrahan. Allí practicó más de 60 trasplantes cardíacos infantiles hasta junio del 2019. Actualmente continúa haciendo trasplantes en el sanatorio de la Obra Social de Empleados de Comercio.

—¿Cómo evaluás la toma de conciencia en relación a la donación de órganos?

—Noto que en el último tiempo, sacando la edad pediátrica de muy bajo peso, hay un incremento en la donación. Me parece que lo que más influye es la difusión del tema. Porque creo que la gente tiene cada vez más conciencia de la donación de órganos. Y, como suele decirse ahora, estamos transitando un cambio cultural. Me parece que se dejó de dramatizar tanto la cuestión, que la gente al momento de perder un familiar o ser querido sabe que la donación es una alternativa que acompaña a la muerte.

—¿Cómo ahondar en esta toma de conciencia?
—Hay que seguir difundiendo… Como es algo que depende de un gesto altruista, humanitario, creo que la concientización es fundamental. Debe haber campañas permanentes. Creo que es importante difundir no tanto un pedido dramático de órganos, como que hay un paciente que está grave y lo necesita. Ese pedido en general siempre va acompañado de una sensación de culpa. En cambio, es importante la difusión de trasplantes realizados, de la buena calidad de vida que tienen los pacientes trasplantados. Este es el paradigma internacional. En países como España, con una altísima tasa de donantes, las campañas son fundamentales y constantes.

—Las campañas ayudan a tener meditada la decisión en momentos duros…
—Cuando una persona pierde por un hecho abrupto a un ser querido el grado de tristeza hace que, si no hay una fuerte conciencia sobre la donación de órganos, el posible donante se pierda. Es donante quien presenta muerte cerebral, lo que hace que durante unas horas el organismo siga funcionando con medidas de terapia intensiva. Esto puede extenderse a uno, dos días, pero no mucho más. Luego el deterioro aleja la posibilidad de una donación.

—¿Es más complejo en el caso de los niños y niñas?
—Es un universo de paciente con características muy especiales. Los niños y niñas requieren donante que se adecúe en su peso y superficie corporal. Es cierto que en las enfermedades del corazón que llevan un trasplante, el corazón suele dilatarse mucho y genera un espacio propio que luego permite albergar un corazón más grande de lo que normalmente correspondería a un paciente de ese tamaño. Pero siempre cuanto más pequeño es el paciente menos cantidad de donantes hay. En pediatría, las enfermedades que sueñen llevar al fallecimiento pacientes son enfermedades que de por sí contraindican que sea donante. Por eso, en general, para ser donante un niño tiene que sufrir muerte cerebral a raíz de algún accidente y no de una enfermedad crónica.

Un detalle importante en el caso de la pediatría y de trasplantes cardíacos es que hoy hay dispositivos, como los llamados corazones artificiales, que permiten que el paciente pueda sobrevivir con asistencia durante meses. Esto amplía el tiempo en el que pueden esperar que llegue un donante adecuado.

—¿Qué sentís cuando te enterás de familias que, en momentos de dolor, deciden donar los órganos de una persona fallecida?
—Hay dos momentos muy emotivos para mí. Uno es cuando se acepta la donación del órgano. Ahí hay un gesto realmente de solidaridad comunitaria enorme. El trasplante, para encuadrarlo en términos científicos, es una actividad médica, técnica, científica. Pero si hay un milagro es ese: que una mamá o papá, al perder un hijo, acepte que los órganos sirvan para que otro pueda seguir viviendo.
El otro momento que me sigue maravillando es cuando ese corazón que llegó sin latido, cuando lo colocamos dentro de ese tórax vacío, vuelve a latir. Es un momento muy emocionante dentro del quirófano.

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El Garrahan alcanzó los 100 trasplantes de corazón. Aquel programa iniciado en el 2000 ya lleva un centenar de trasplantes cardiacos. Un chico de ocho años recibió el órgano que le permite seguir con vida. Evoluciona favorablemente.

“Es un gran orgullo para el Hospital alcanzar los 100 trasplantes, una práctica de alta complejidad que tiene el inmenso valor de mejorar la calidad de vida de niños, niñas y adolescentes que no cuentan con otra alternativa de tratamiento”, destacó la directora médica ejecutiva, Soraya El Kik.


Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un gran abrazo.

Juan y David