Polarización recargada - RED/ACCIÓN

Polarización recargada

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Se publicó el 2023 Edelman Trust Barometer, un estudio que pone en evidencia una tendencia global que empieza a hacerse crónica: vivimos en sociedades cada vez más divididas, donde se redujeron los espacios de consenso. Un desafío para los líderes, cuya legitimidad y vigencia está cada vez más amenazada.

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Se publicó el 2023 Edelman Trust Barometer, un estudio que pone en evidencia una tendencia global que empieza a hacerse crónica: vivimos en sociedades cada vez más divididas, donde se redujeron los espacios de consenso. Un desafío para los líderes, cuya legitimidad y vigencia está cada vez más amenazada.

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Intervención: Marisol Echarri.

Polarización. “The Hidden Drug”, el estudio publicado recientemente por LLYC, ponía el dedo en la llaga: la polarización se está extremando en el mundo. El 2023 Edelman Trust Barometer, que vio la luz esta semana, lo confirma con números alarmantes. Sólo el 30% de los encuestados dice que ayudaría a alguien con quien tenga profundas diferencias ideológicas si lo viera pasando una necesidad, y un escasísimo 20% querría vivir en el mismo barrio o tenerlo como compañero de trabajo. O sea, si en algún momento se pensó que la gente quería de verdad la diversidad, ya no más.

El Trust Barometer se hace consistentemente desde hace 23 años. Con más de 32.000 encuestados en 28 países del mundo, el estudio procura entender cómo evoluciona la confianza de la gente y cuál es su impacto en la vida social y política: un insumo clave para diseñar estrategias de comunicación y asuntos públicos. Aunque el reporte merece una lectura detallada, acá pueden verse algunas de sus conclusiones principales:

  • Fuerzas que impulsan la polarización: ansiedad y preocupación sobre la economía, desconfianza en los gobiernos, una enorme brecha en los niveles de confianza entre la clase media y la baja —la baja es notoriamente más escéptica—, y los medios y las redes sociales sumidos en un profundo descrédito. Esos son los 4 drivers que alimentan las grietas.
  • Colapso del optimismo económico. Se acabó la fiesta en los países desarrollados: en la mayoría de ellos, la población está convencida de que su situación económica dentro de 5 años va a ser peor que la actual. Sólo en lugares como Kenia, Indonesia o India, el futuro parece prometedor. La Argentina, con un escaso 43% de optimistas, en mitad de la tabla.
  • Los mayores miedos. A nivel personal, se repite la foto de 2022: miedo a perder el trabajo, con un abrumador 89%. Se suman ahora los efectos de la inflación en la economía familiar (74%). Además, los temores a las amenazas estructurales tienen su propio ranking: el cambio climático (76%), una guerra nuclear (72%) y la escasez de alimentos y energía, con un 67 y 66%, respectivamente. A los miedos post-covid se sumaron los de la guerra de Ucrania.
  • Instituciones. Las más confiables son las empresas privadas, con un 62%. Las menos, los medios, con un magro 50%. Las ONG, segundas con un 59% y los gobiernos, casi tan mal como los medios, con un escaso 51%. Particularidades de la Argentina: es el país que más desconfía del Gobierno, con el 80% de descreídos. 52%, en cambio, confía en el sector privado en estas mismas pampas.
  • Líderes. En el mundo, los que más confianza inspiran son los científicos, con un 76%. Les siguen mis colegas (73%), el CEO de mi empresa (64%) y mis vecinos (61%). Al fondo de la tabla, los menos confiables: funcionarios del gobierno (41%) y periodistas (47%). Una curiosidad: los CEOs en general cosechan un escaso 48%, muy por debajo del de mi propia empresa. El conocimiento directo y la cercanía parecen hacer la diferencia.
  • Marca país. Las empresas cuyas casas matrices están en otros países se benefician, o se perjudican, por la buena o mala fama de sus banderas. Las empresas más confiables en el mundo son las canadienses (67%), seguidas por las alemanas (63%) y las japonesas (61%). Abajo del podio se escalonan las inglesas, francesas, estadounidenses y coreanas, en ese orden. Fondo de tabla: chinas e indias. Nadie las quiere cerca.
  • Países polarizados. Edelman cruza dos preguntas: cuán dividido cree usted que está su país, y si cree que la división se puede superar. Por sus respuestas, 6 países caen en la categoría de “severamente polarizados”: Suecia, España, Sudáfrica, los Estados Unidos, Colombia y… la Argentina. La tierra de River y Boca es la peor, con diferencia. Brasil, Francia, el Reino Unido y otros, en zona de alto riesgo.

Según el Trust Barometer, la polarización tiene su propia fórmula mortal: falta de confianza en el gobierno y ausencia de una identidad común, antes que nada. Luego, inequidad sistémica. Más abajo, pesimismo económico, miedos varios y desconfianza en los medios. Todo material tóxico. Con esto a la vista, lo malo es que estamos enfermos. Lo bueno es que lo sabemos. Sólo depende de nosotros poner los medios para curarnos.

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Tres preguntas a Kevin Kelly. Es un periodista, escritor y conferencista norteamericano, fundador de la revista Wired y de Warp News, una agencia de noticias enfocada en datos positivos que dan razones para mirar el futuro con optimismo.

—En un contexto tan complejo, ¿por qué ser optimistas?
—Entiendo que es difícil, a primera vista, ser optimistas porque enfrentamos problemas terribles como el cambio climático, que parece casi imposible de resolver, o la inequidad social, que es endémica. Pero hay algo que sabemos sobre el pasado: cuando hubo que resolver problemas grandes, fue necesaria una dosis fuerte de optimismo para encararlos. Pensemos en los primeros aviones: había que creer que podíamos volar... Aunque no basta con pensar que algo bueno va a pasar para que pase, es importante imaginar soluciones a los problemas, poniendo todo nuestro talento, y creer a la vez que podemos encontrarlas. Lo que creó nuestro futuro hasta ahora fue creer que cosas que no existían, podían existir. Nuestra historia fue básicamente moldeada por optimistas. El futuro que imaginamos no tiene por qué ser perfecto, sin problemas. No tenemos que aspirar a la utopía, sino a lo que llamamos “protopía”, que es un mundo en el que las cosas son un poco mejores. La “protopía” implica que esperamos que el mundo tenga un poco más de bien que de mal, y que haya algunas razones más para tener esperanza que para temer.

—Si hubo tantas mejoras a lo largo de los años, ¿por qué sigue habiendo gente pesimista?
—El optimismo no es tener un temperamento liviano, superficial, que niega la realidad. En realidad, se basa en hechos: en el progreso de la historia. Si trascendemos lo anecdótico y miramos los datos de una manera racional, la evidencia muestra que en general, a escala global, en los últimos 500 años, hubo mejoras sustanciales. Pero sigue habiendo gente pesimista, y creo que es por tres razones: la primera es que muchas de las mejoras impactan en lo que no sucede, en lo que podría pasar y no pasa: en el chico de dos años que no muere de una enfermedad que antes era incurable. La segunda, es que las cosas malas pasan más rápido que las buenas. Las cosas buenas llevan tiempo. Si las páginas web y los periódicos se actualizaran cada 100 años, los titulares que veríamos serían muy diferentes. Y la tercera razón es que la sociedad es capaz de producir un porcentaje muy pequeño de cosas por encima de las que destruye. Al cabo de los años, eso se acumula, y en eso consiste la civilización. Esa mejora, que es muy gradual, sólo se percibe con perspectiva, al cabo de varios años.

—Eso nos habla del pasado, pero no del futuro. ¿Cómo lo proyectamos a lo que está por venir?
—Es posible que después de 500 años de progreso, mañana nos detengamos. Pero es improbable. En todo caso, es más probable que la tendencia favorable se mantenga al menos por el resto de nuestras vidas. O sea, la primera razón para ser optimistas es que estamos en una encrucijada con una enorme inercia de progreso y mejoras, y eso tiende a continuar. La segunda razón es que la civilización es un mecanismo que se alimenta de la confianza en los demás: colaboramos con personas totalmente extrañas, y eso nos permite hacer cosas que jamás podríamos hacer por nosotros mismos. Esa confianza es un tipo de optimismo. Pero además de esa confianza en nuestros coetáneos, podemos confiar en los que no nacieron todavía, en las generaciones futuras. Hoy disfrutamos de lo que hicieron las generaciones anteriores, que sacrificaron a veces beneficios inmediatos para nuestro bien, y eso los convierte en buenos ancestros. Nosotros también queremos serlo para las generaciones que vengan, y eso se nota en que queremos sacrificar algunas cosas. El optimismo en el futuro implica también considerar que la próxima generación se va a beneficiar de nuestro sacrificio, y que además va a tener más capacidad para resolver problemas, gracias a la acumulación de conocimiento que se viene dando.

Las tres preguntas a Kevin Kelly se tomaron de la presentación “The Future Will Be Shaped by Optimists”, dada originalmente en el contexto de TEDxMontereyCalifornia. Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.

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Lula. Las repercusiones de lo que sucedió en Brasil en los últimos días continúan. Este artículo de Roberto Starke destaca que la “irrupción de las turbas bolsonaristas en edificios públicos el pasado 8 de enero le puede dar la oportunidad a Lula —una figura discutida que ganó las elecciones por solo un 1,8 % de los votos a su rival Jair Bolsonaro—, de “ampliar su espacio político” y prolongar su luna de miel con la ciudadanía. Sin embargo, el presidente tendrá que manejarse con prudencia: tiene minoría en el Congreso, y el bolsonarismo tiene fuertes simpatías en las Fuerzas Armadas y otros estamentos a los que hay que mirar con cuidado. La estabilidad de Brasil, una variable a seguir de cerca. Lo decía Henry Kissinger: “Hacia dónde se incline Brasil se inclinará Latinoamérica”.

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Academia. El periodismo del futuro y el futuro del periodismo. No es un juego de palabras, sino una síntesis de la mirada que propone Juan Antonio Giner en este artículo que busca anticipar tendencias para 2023. 1) “Músculo y billetera”: grandes capitales detrás de los medios; 2) “Periodismo de cercanía”: noticias locales, que tocan de cerca a los lectores; 3) Menos prejuicios, más datos y hechos; 4) Sociedades de suscriptores que pagan algo para sostener la estructura de un medio y pagar a los periodistas; 5) Periodistas, no jefes de prensa: hechos, aunque incomoden a las organizaciones; 6) Historias prohibidas: “periodismo es publicar lo que alguien quiere que no se sepa”; 7) Contar historias que inquietan, emocionan y hacen pensar; 8) Reinventarse; 9) Menos cantidad, más calidad; y 10) Volver a las bases: verdad, bien y belleza.

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Oportunidades laborales

Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]

¡Hasta el miércoles que viene!

Juan

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