Protocolos de actuación y áreas de género: qué hacen los clubes de fútbol para abordar situaciones de violencia y promover más igualdad- RED/ACCIÓN

Protocolos de actuación y áreas de género: qué hacen los clubes de fútbol para abordar situaciones de violencia y promover más igualdad

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Desde que se impulsó en 2018 el primer protocolo de actuación ante situaciones de violencia de género en un club de fútbol argentino, las iniciativas para visibilizar y abordar la problemática se multiplicaron. Hoy existen no solo en grandes instituciones, sino también en ligas provinciales y clubes de barrio. Qué debe tener un protocolo para hacer del fútbol un lugar más equitativo.

Una tarjeta amarilla con un símbolo que rechaza la violencia de género.

Intervención: Julieta de la Cal.

Los clubes de fútbol son espacios centrales en la sociedad y, por lo tanto, tienen una enorme responsabilidad social: trabajar para que exista menos violencias, menos discriminación y más igualdad. Lo dice Paula Ojeda, la impulsora del primer protocolo de actuación ante casos de violencia de género en un club argentino de fútbol, Vélez Sarsfield.

La Ley Nacional 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres, sancionada en 2009, menciona la responsabilidad de las organizaciones deportivas frente a los casos de violencias. Vélez es un club pionero en este sentido: en 2018, además del protocolo, creó el primer área de Violencia de Género de todo el fútbol argentino, también por el empuje de Ojeda, que hoy está a cargo del espacio. “Parecía algo alocado. La pregunta era: ¿por qué trabajar desde un club el abordaje de la violencia? Pero hubo un compromiso de las autoridades que aceptaron el desafío y hoy los resultados son solo positivos”, cuenta Ojeda, que es abogada especializada en género.

Paula Ojeda.

En 2020, por primera vez, un jugador de Vélez fue denunciado por agresión física, violencia verbal y psicológica. La institución actuó en menos de 24 horas, se puso a disposición de la víctima y el jugador fue separado del plantel. Ese mismo año, a partir de la incorporación de Ricardo Centurión, un jugador que tenía denuncias previas por violencia de género, el club incorporó una cláusula por comportamiento o violencia de género en todos los contratos: si el futbolista no cumple los lineamientos del estatuto social de la institución o el Protocolo de Violencia de Género, será sancionado con la rescisión del contrato.

El protocolo de Vélez abarca situaciones de violencia de género, discriminación, hostigamiento, acoso y abuso sexual y sostiene que quienes transiten o sean recurso humano del club deben adaptarse a esta norma, cuyos principios rectores son la equidad, la prevención, el respeto, la confidencialidad y el asesoramiento. En primer lugar, reconoce la problemática: el fútbol es, históricamente, un ambiente machista. En segundo término, fija un objetivo: crear una institución segura, inclusiva, libre de violencias. Para eso, prevé instancias de capacitación, medidas de sensibilización, el acompañamiento a las personas que atraviesen situaciones de violencia y califica la falta, para ser abordada conforme a su estatuto.

El impacto de estas medidas -dice Ojeda- se dio tanto hacia adentro de la institución como hacia afuera. En paralelo y también por efecto, la violencia de género, en el fútbol en particular y en el deporte en general, logró sumar visibilización en la agenda de los medios. Su abordaje -como responsabilidad del Estado- se sumó con fuerza a las demandas sociales. Así, clubes grandes como Boca, River, Racing e Independiente adoptaron protocolos y áreas para abordar las violencias. Las experiencias se replicaron también en las ligas de fútbol de distintas provincias y en ámbitos deportivos de otras disciplinas.

“Es fundamental situar el avance de esta discusión en el marco de los feminismos que, sobre todo a partir del primer NiUnaMenos de 2015, posicionaron sus luchas históricas en la agenda social. La visibilización de las desigualdades estructurales y de las violencias que trae consigo permitió desnudar su carácter sistémico. El deporte y sus instituciones no son ajenas a esto, al contrario: pueden ser agentes de reproducción de las violencias”, analiza Guillermina Gordoa, directora nacional Políticas de Género de la Secretaría de Deportes de la Nación.

Guillermina Gordoa

Desde su área, Gordoa trabaja diferentes líneas de capacitación, fortalecimiento institucional y asesoramiento integral para las áreas de género de las diferentes instituciones deportivas. “De este modo, y a través de la creación de la Red Federal de Género y Deporte, se trabaja la transversalización de la perspectiva de género en el deporte en todo el país. Se trata de un proceso de transformación, que además de atender a la prevención de violencias y su adecuado abordaje se enfoca en avanzar en el acceso igualitario, la permanencia y participación política (espacios de decisión)  de las mujeres y LGBT en el ámbito deportivo, donde persisten las brechas”, explica.

La página web de la Dirección de Género y Deporte cuenta con información y materiales descargables para instituciones y organizaciones. Para consultas o solicitar asesoría, se puede escribir a [email protected]

El fútbol no tiene género

Históricamente, las mujeres tienen más obstáculos que los varones para crecer y ocupar espacios de decisión en el ámbito del deporte, sobre todo en el fútbol, disciplina históricamente masculinizada. Sin ir más lejos, recién en 2019 fue la primera vez que se disputó un Campeonato Profesional Argentino de Fútbol jugado por mujeres y aún así, ellas faltaban: de los diecisiete equipos que participaron, sólo cuatro tenían directoras técnicas, uno tenía una dupla técnica de mujeres y ninguno una preparadora física. 

Las barreras son de distintos tipos, culturales, sociales, también económicas. El cuadernillo Abrir el Juego: Estrategias para la erradicación de la violencia de género y la construcción de un deporte más justo, de la Secretaría de Deportes de la Nación junto a Iniciativa Spotlight y organismos internacionales, incluye ejemplos concretos: en la temporada 2019, el futbolista del PSG Neymar recibió 36,5 millones de euros, el equivalente a la suma de lo que recibieron 1693 jugadoras de las ligas francesa, alemana, inglesa, estadounidense, sueca, australiana y mexicana.

Para Rita Bogado, responsable de la Comisión de Géneros y Derechos Humanos de la Liga de Fútbol de Villa Mercedes (San Luis), la segregación vertical de las mujeres en el fútbol es una cuestión de espacios (que les fueron negados, que van conquistando). “Muchas niñas quieren jugar, pero sus madres o padres no las dejan, argumentando que es un juego de niños. Entonces, empiezan de grande, cuando pueden tomar decisiones por sí mismas. El deporte no tiene género”, dice. “A las chicas siempre se les negó las mejores canchas. Terminaban jugando en potreros. Y los horarios de los partidos de fútbol femenino en los torneos eran los que no traían público, los que nadie quería”, agrega. 

Bogado resalta la situación de las árbitras y entrenadoras, que a diario reciben insultos por su condición de género más que por la calidad de su trabajo, pero asegura: “Todo está cambiando, cada vez son más las mujeres en esos roles”.

Foto: gentileza Liga de Fútbol de Villa Mercedes.

En 2021, la Liga de Villa Mercedes (San Luis) creó un protocolo de actuación para casos de violencia de género con el foco puesto en las situaciones del territorio. Se aplicó acompañado de capacitaciones en género y deporte para todos los clubes que integran la Liga. “Para lograrlo, fue importante la articulación con la Secretaría de Deporte Provincial y la Secretaría de la Mujer del Municipio de Villa Mercedes. De este modo tenemos acceso directo a las abogadas y psicólogas, que brindan asesoramiento y apoyo”, comenta Bogado. Como resultado, dos clubes de la ciudad avanzarán este año en la formulación de sus propios protocolos. El objetivo de Rita Bogado es contagiar la experiencia en todas las localidades de la provincia.

Desde Mendoza, Giuliana Díaz, presidenta de la Comisión femenina de la Liga de Fútbol Mendocina, dice que la pandemia les planteó una oportunidad. “Avanzamos en la formulación de un protocolo de género. Trabajamos mucho en la prevención y en capacitaciones”, comenta. Su trabajo despertó el interés de otros clubes y hoy el Sportivo Independiente Rivadavia de Mendoza cuenta con su propio protocolo.

El fútbol femenino creció con fuerza en Mendoza en los últimos años por el empuje del mismo movimiento y por la articulación constante entre áreas, clubes y mujeres. “El escenario es cada vez mejor. El protocolo nos ayudó a trabajar las violencias desde un enfoque integral y a fortalecer la inserción de mujeres en el ámbito del fútbol. Llegamos pisando fuerte, ahora  hay que permanecer”, dice Díaz.

¿Qué debe tener un buen protocolo?

Los protocolos de actuación ante casos  de violencias por motivos de género son herramientas que establecen procedimientos enmarcados en la legislación. Definen un circuito, los pasos y los mecanismos y herramientas institucionales para un abordaje integral. La Guía para construir un protocolo de prevención e intervención ante situaciones de violencia de género en instituciones deportivas -—laborada por la Secretaría de Deportes de la Nación junto a la Asociación Acá y La Nuestra, un colectivo de futbol feminista de la Villa 31 de CABA,  con el apoyo de Iniciativa Spotligh— establece ocho puntos básicos a considerar en la construcción de este instrumento:

  1. Ámbito de aplicación. Lugares, actividades, medios y relaciones sobre las que rige o actúa.
  2. Sujetos destinatarios. ¿Quiénes son contempladas/os? Se recomienda considerar a las personas vinculadas a la institución y a quienes, sin tener relación alguna, se encuentren como visitantes en los espacios físicos y virtuales de la misma.
  3. Situaciones. Conductas y acciones alcanzadas por el protocolo.
  4. Objetivos. Es fundamental definir qué se busca con el diseño y aplicación de un protocolo. Se deben considerar los principios y artículos de los estatutos y documentos internos de la institución, ya que deben guardar coherencia y relación con estos.
  5. Principios rectores. Pautas que guían los comportamientos y el compromiso de la institución ante estas situaciones, como el respeto y confidencialidad o la equidad.
  6. Procedimiento. Incluye acciones concretas de la institución para el tratamiento de casos de discriminación, acoso y violencia. Debe definir los canales habilitados por la institución para la recepción de consultas y/o denuncias, las diferentes modalidades de su recepción, y los pasos estipulados para quienes se ocupen, en la institución, de hacer el seguimiento de casos. El procedimiento debe contener, además, acciones para los casos que no sean judicializables. Se debe aclarar, en este apartado, cómo se procederá en los casos en los que hayan menores de edad.
  7. Faltas. Es posible incluir descripciones detalladas de los tipos de faltas (leves, medias, graves), de manera que orienten la acción institucional hacia las sanciones. Esto no es excluyente de las medidas judiciales, civiles o penales que deban iniciarse.
  8. Medidas preventivas y de protección. Acciones que evitarían ciertos casos y permitan disminuir la violencia, y que logren contener y proteger a la persona afectada.

En este sentido, Guillermina Gordoa agrupa los “sí” y los “no” del abordaje de las violencias para clubes deportivos:

¿Qué cosas sí?
—Es fundamental comunicar a la persona que sufre violencia, todos los caminos y alternativas posibles. Escucharla de forma desprejuiciada, sin minimizar su palabra y respetando la confidencialidad y las decisiones que tome. Todas las acciones deben darse con el consentimiento expreso de la persona con la que se está trabajando. Todas estas cuestiones son sumamente importantes para un abordaje adecuado, pero no siempre los clubes cuentan con un equipo formado para llevarlo a cabo. Por eso, es fundamental entender cuáles son las redes de derivación cuando no se puede tratar y/o seguir una situación desde el club.
¿Qué jamás?
—No se debe poner en duda el relato de la persona afectada. Hay que dar lugar al relato de la persona afectada, no revictimizarla. Nunca se debe presentar como alternativa mediar entre el agresor y la involucrada. Esto suele darse, muchas veces, en el ámbito deportivo; otra práctica común son las charlas grupales. Nunca puede haber un careo, una competencia para ver quién dice la verdad. Todo esto no debería suceder, no es aconsejable. Principalmente, porque hay que preservar la intimidad y el proceso singular de quien padece una situación de violencia. No podemos revelar los datos personales.

No se trata de compendiar pautas de acción en un documento, sino de familiarizarse con la problemática de la violencia de género, buscar un cambio cultural, y adecuar a la institución una herramienta de intervención. “La clave —concluye Gordoa— es ponerlos en ejercicio: usarlos como instrumentos de decisión y de acción”.


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