A un año de la invasión rusa en Ucrania, tres claves sobre su impacto en la transición energética - RED/ACCIÓN

A un año de la invasión rusa en Ucrania, tres claves sobre su impacto en la transición energética

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

En el primer aniversario del inicio de la guerra, analizamos la importancia del sistema energético en el conflicto, los cambios que hubo en todo este tiempo y cuáles son los desafíos futuros para la triple crisis bélica, energética y climática.

A un año de la invasión rusa en Ucrania, tres claves sobre su impacto en la transición energética

Intervención: Marisol Echarri.

En el primer aniversario del inicio de la guerra, analizamos la importancia del sistema energético en el conflicto, los cambios que hubo en todo este tiempo y cuáles son los desafíos futuros para la triple crisis bélica, energética y climática.

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Intervención: Marisol Echarri.

El 24 de febrero de 2022 iniciaba la invasión rusa en Ucrania. El 24 de febrero de 2022 la científica ucraniana Svitlana Krakovska participaba en una sesión de trabajo del reporte del IPCC y decía: "Mientras tengamos internet y no haya bombas sobre nuestras cabezas, seguiremos trabajando". Con esa frase comencé la edición de PLANETA unos días después en la que, sin forzar, profundicé en el vínculo entre la guerra que iniciaba, el cambio climático cada vez más presente y la transición energética que se necesita impulsar.

A un año del inicio de un conflicto cuyo impacto trascendió Europa y llegó a cada rincón del planeta, los invito a continuar aquel análisis sobre eso que sigue teniendo a nuestra adicción a los combustibles fósiles —en palabras del secretario general de Naciones Unida, António Guterres— como protagonista. ¿Cuáles son las reflexiones clave que nos muestra el impacto de la guerra en Ucrania desde su inicio, el durante y a futuro? Aquí las observamos en detalle.

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Las tuberías en las instalaciones del gasoducto Nord Stream 2 en Lubmin, norte de Alemania, que buscaban duplicar el flujo de gas ruso hacia el país europeo | Foto: AFP

Reflexión clave uno: el sistema basado en combustibles fósiles no garantiza seguridad energética (además de contribuir al cambio climático). Al inicio de la guerra, Rusia era el mayor exportador de petróleo y gas natural a mercados globales. Sus combustibles fósiles lideraban el abastecimiento energético internacional. Pero especialmente en una región. Un 50% de las exportaciones de petróleo ruso eran compradas por la Unión Europea. Un 60% de las exportaciones de gas ruso eran también compradas por la Unión Europea.

La dependencia de Europa por los combustibles fósiles rusos era notable. Su rol clave en un futuro conflicto bélico, también. No todos lo vieron a tiempo. La Agencia Internacional de Energía sí, o al menos así lo describe hoy en un comunicado su director ejecutivo Fatih Birol: "La Agencia había estado advirtiendo persistentemente durante meses antes de la invasión que Rusia estaba distorsionando los mercados de gas natural al reducir sus entregas a Europa, elevando los precios exactamente al mismo tiempo que aumentaban las tensiones sobre Ucrania".

Al iniciar el conflicto comenzó una crisis energética global. Rusia comenzó a amenazar con cortar el suministro a Europa por su apoyo a Ucrania. La Unión Europea empezó a desarrollar un plan para reducir esa dependencia a los combustibles fósiles que reconocían tener y no contribuir a la economía del país invasor. Desde entonces, la energía fue un tema en puja y disputa en un contexto en el cual, además, este sector es responsable del 73,2% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

La guerra evidenció que no sólo hay que salir del vigente y tóxico sistema basado en combustibles fósiles porque contribuye al cambio climático sino también porque su concentración en pocas manos y sus vínculos de dependencia geopolítica no garantizan la seguridad energética que se necesita para vivir en un mundo en armonía.

Esto dio lugar a una carrera por terminar esa dependencia con los combustibles fósiles de un país (o un gobierno o un personaje en particular) dispuesto a continuar con una invasión y no responder a los pedidos de resolución pacífica. Esto nos lleva al siguiente punto.

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Medidas del gobierno español para ahorrar energía en el uso de calefacción aire acondicionado

Reflexión clave dos: el conflicto aceleró —indirectamente— la transición energética. Esta es la principal conclusión a la que llegan tanto Birol en su comunicado en representación de la Agencia como también el estudio publicado hoy por Zero Carbon Analytics.

A un año del inicio del conflicto bélico, la Unión Europea sustituyó el 75% de sus importaciones del gas ruso. Durante el 2022, las energías renovables superaron por primera vez a los combustibles fósiles en su generación de electricidad. A nivel global, la demanda de gas se estancó por primera vez y la capacidad agregada de las energías renovables aumentó en un cuarto. La Unión Europea lanzó el plan Re-PowerEU para, en respuesta al conflicto, ahorrar energía, producir energía limpia y diversificar las fuentes.

Los datos parecen haber hecho a un lado ese temor inicial de que responder a la guerra pudiera ir en contra de alcanzar los compromisos climáticos asumidos o, al menos, retrasarlos. Fue en la conferencia climática en Egipto, la COP27, que el vicepresidente de la Comisión Europea Frans Timmermans aseguró que "la guerra en Ucrania ´no matará´ el Pacto Verde Europeo, sino que, por el contrario, está acelerando la acción climática". Birol coincide al desmitificar que la crisis energética por la guerra descarrilará los esfuerzos para abordar el cambio climático argumentando que "no es verdad porque, como dejó claro el informe World Energy Outlook de la Agencia, la crisis acelerará la transición hacia la energía limpia a medida que los gobiernos respondan con políticas más estrictas". Las proyecciones indican que en los próximos cinco años se agregará tanta energía renovable como se ha agregado en los últimos 20.

¿Todo color de rosas en el aspecto energético? Creo que ya saben la respuesta y que ello nos lleva al siguiente punto.

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Un buque metanero a principios de septiembre de 2022 en Países Bajos | Foto AFP

Reflexión clave tres: hay múltiples desafíos en la búsqueda por la paz y la acción climática. Cabe la aclaración de que nada puede ser color de rosas en un guerra. Al 10 de febrero de este año y según cifras de Naciones Unidas, la invasión rusa en Ucrania significó que 18 millones de personas necesitaran ayuda humanitaria, generó 5,4 millones de desplazados internos y más de 8 millones de refugiados. A ello se suman las víctimas fatales y los heridos.

En ese impulso que, sin quererlo, la guerra le dio a la transición energética los datos compartidos se muestran optimistas, pero merecen una lectura en detalle en vistas a los desafíos y a que se logre una real transición ambiciosa.

Ojo con el carbón y mucho ojo con el gas. La Unión Europea sustituyó el 75% de sus importaciones de gas ruso y otros mercados importadores también buscaron desvincularse de los fósiles del país inversor. Pero ese aspecto de la acción no debe olvidar otro complementario: con qué se sustituyó. Mientras mucha incidencia tuvo la ambiciosa reducción del consumo energético (que incluyó medidas desde el uso industrial y comercial hasta el hogareño), también esa sustitución fue posible con infraestructura de gas ya existente. Es decir, fósil por fósil.

Misma fórmula sería el caso de países como Alemania que reactivaron -con una fecha de vencimiento y corte- centrales a carbón para abastecerse con vistas a su invierno. De nuevo: fósil por fósil y encima por el peor fósil en términos de emisiones.

En nombre de "ser un recurso para la transición" por su menor generación de emisiones, el gas aparece como una figura estrella en muchos países. Angela Picciariello, investigadora senior del International Institute for Sustainable Development (IISD), lo advierte en un análisis sobre el rol creciente que está teniendo el gas natural licuado (GNL) en Europa en la búsqueda por diversificar su matriz: "El crecimiento de la infraestructura de GNL de la Unión Europea conducirá a un exceso de suministro para el próximo año. Esto se confirma en un informe reciente del IISD: la demanda de energía compatible con 1,5°C de Europa puede satisfacerse con las capacidades de importación de gas existentes a partir de 2024, por lo que no hay necesidad ni espacio para una nueva infraestructura de gas. La adición de una nueva infraestructura de GNL ahora tendrá consecuencias nefastas, ya sea cerrando a Europa en un futuro intensivo en carbono y haciendo descarrilar sus ambiciones climáticas o, alternativamente, al volverse antieconómica y varada mucho antes del final de su ciclo de vida".

Entre los múltiples desafíos que supone el conflicto se encuentra el de eliminar o reducir al máximo posible la dependencia de los combustibles fósiles rusos en línea con la necesaria acción climática, hacia fuentes realmente amigables con el ambiente y no hacia aquellas ya conocidas que sólo continúan perpetuando sin fecha de cierre nuestra adicción por los combustibles fósiles.

Miremos a China. Es lo que agrega Birol en su análisis a un año del inicio del conflicto. A medida que abre sus restricciones por el COVID-19 y se reconecta con el mundo, habrá que ver cómo el gigante asiático se dispone a jugar en su rol como principal importador de petróleo y gas. ¿A quién le compra? ¿Por qué? ¿Cuánto? ¿Va todo esto en línea con el compromiso climático considerando que es hoy el principal país emisor?

No olvides: transición justa. Esto lo agrego yo. Muchas veces cuando hablamos de la transición energética parece que sólo es una cuestión técnica del cambio de una fuente de energía por otra. En el medio de eso y en eso hay personas: trabajadores que están en una industria y pueden ver perjudicado su sustento económico, nuevos profesionales que se necesitan o esperan reinsertarse en el mercado laboral, grupos en condición de vulnerabilidad que no miran si su electricidad viene del gas o de la solar porque en verdad lo que aún ni siquiera tienen es acceso a ella. Si se dice que las crisis son oportunidades, la triple crisis bélica, energética y climática no tiene la oportunidad sino la obligación de ser justa e inclusiva.


De cierre a esta edición que fue un poquito más dura en términos de contenidos, les dejo algunas recomendaciones para profundizar en el tema y una consigna.

🇺🇦 Un colega en Ucrania. El amigo de la casa Joaquín Sánchez Mariño volvió al lugar de los hechos para una cobertura especial sobre cómo está el país invadido a un año de inicio del conflicto. Lo pueden seguir en Twitter @Joaquinsmarino

🎙️ Un podcast para escuchar. El episodio especial que el podcast Outrage+Optimism dedicó el año pasado sobre el vínculo entre el conflicto y los combustibles fósiles, que sigue vigente para su reflexión. Lo pueden escuchar aquí.

💬 Una consigna pensando en las próximas ediciones. El próximo viernes recibirán mi última edición en modo trabajo. Luego les dejaré algunos contenidos hechos para unas semanas (creo merecidas) de descanso, desconexión y reconexión. Así que, si bien tengo mi propia selección de temas en proceso, les pregunto: ¿hay algún tema especial temporal o atemporal sobre el cual les interese que profundice? Pueden escribirme a [email protected] o también compartiendo esta edición en sus redes y respondiendo ahí a la consigna.

Un saludo!

Tais

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