El error de la princesa - RED/ACCIÓN

El error de la princesa

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Kate Middleton, sin hacer el debido disclaimer, posteó una foto editada y las críticas la obligaron a pedir disculpas públicas. Las reacciones en los medios y las redes ponen de manifiesto el cambio de sensibilidad en los últimos tiempos. Un dato que los comunicadores no pueden ignorar.

El error de la princesa

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! Kate Middleton, sin hacer el debido disclaimer, posteó una foto editada y las críticas la obligaron a pedir disculpas públicas. Las reacciones en los medios y las redes ponen de manifiesto el cambio de sensibilidad en los últimos tiempos. Un dato que los comunicadores no pueden ignorar.

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Intervención: Marisol Echarri.

La gaffe. Los reyes ya no reinan. Hacen algo mucho más importante: son símbolos. Mantienen viva la fantasía de que lo mejor de un pueblo puede encarnarse en una persona. Alimentan la ilusión de que la quintaesencia de una nación se materializa en el glamour del monarca y su familia, en los palacios, en los desfiles, en las fiestas de gala. Y que lo sucio, lo feo o lo malo no es propiamente inglés o español o belga. Porque los pueblos son, en buena medida, lo que se cuenta de ellos, y los reyes ayudan —deberían ayudar— a que el storytelling sea maravilloso.

El último desliz (menor, si se compara con los escándalos de antología que acumulan las monarquías en su historia), tiene más interés por las reacciones que generó que por el error en sí mismo. Kate Middleton, Princesa de Gales, que estaba desaparecida de la escena pública desde diciembre por una misteriosa operación abdominal, posteó el Día de la Madre una foto con sus hijos que tenía más retoques que la tapa de Gente con los personajes del año. Resultado: los expertos se hicieron un picnic mostrando los errores de edición y las principales agencias internacionales de noticias la eliminaron de sus publicaciones por no estar acorde a sus “estándares éticos”. Literal.

La pobre Kate tuvo que salir a pedir disculpas y hoy medio mundo habla del amateurismo del Palacio de Kensington. El caso recuerda algunas verdades que, por básicas, a veces se olvidan:

  • Autenticidad. No sirven ya las apariencias vacías. No hay nada más siglo XX que lo que parece pero no es: aplica a las marcas, a los productos, a los servicios, a los políticos… y a los royals. El público desarrolló un olfato canino para detectar falsedades. Y cuando las descubre, las condena sin piedad.
  • Imperfección. Los defectos aportan realismo, humanizan. Las caras perfectas con pelos perfectos en cuerpos perfectos que viven en casas perfectas o viajan a playas perfectas cansan y generan distancia. Sólo hay empatía posible con quien tiene algún descosido, con o sin parche, en el cuerpo o en el alma.
  • Pedido de disculpas. Si hubo un error, mejor reconocerlo sin pretextos. “Como muchos fotógrafos aficionados, de vez en cuando experimento con la edición”, dijo Kate, y pocos le creyeron. No hay peor mentira que intentar enmendar una mentira con una nueva mentira (o lo que parece serlo). Debió haberse disculpado sin más. Lección universal.
  • No borrar. Bien por el Palacio de Kensington, que al menos evitó caer en el error de principiante más común: borrar el posteo, como si así se lo pudiera hacer desaparecer. Quienes lo hacen, sólo logran aumentar el problema con comentarios extra poco benevolentes. Mejor que quede a la vista el error. Y luego las disculpas. Y vuelta de página.

“Lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal”, decía Oscar Wilde. En un alarde de sarcasmo, “aunque sea bien”, prefería Dalí. Las casas reales piensan distinto, y con razón. Mejor ir con cuidado si quieren sobrevivir.

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Tres preguntas a Yascha Mounk. Es un columnista, escritor, profesor universitario alemán, conocido por su trabajo sobre el auge del populismo y la crisis de la democracia liberal. Actualmente es profesor de la Universidad Johns Hopkins, en los Estados Unidos. Autor de varios libros, entre ellos El pueblo contra la democracia y El Gran Experimento.

—¿Cómo ves el desafío para Europa de enfrentarse a la Rusia de Vladimir Putin o las amenazas antiliberales de algunas democracias del continente?
—Creo que hay un doble debilitamiento de las democracias. Si uno piensa en por qué hemos ido desde un gran optimismo hacia un pesimismo considerable sobre el estado de la democracia, esto se debe a los cambios que hemos vivido: en los años 90, estábamos rodeados de amigos, no había amenazas externas. Interiormente, nuestras democracias parecían estar muy tranquilas. Había, por así decir, un escenario político estable, con dos partidos que se alternaban en el poder. Los rivales políticos daban la impresión de poder vivir perfectamente uno con el otro. Sin embargo, ahora estamos en una posición en la que hay serias amenazas para nuestras democracias. Tenemos la invasión de Rusia a Ucrania y la amenaza que esto supone para la seguridad europea. Tenemos también el papel que juega una China autoritaria en el mundo, además de la erosión del poder de los países democráticos en la escena internacional. Pero es que, además, estamos viendo crecientes tensiones internas en las democracias. A su vez, el proyecto de integrar una variedad diversa de personas de orígenes étnicos diferentes ha pasado a plantear serios problemas. Y luego tenemos el crecimiento de populistas capaces de afectar, desde dentro, a grandes democracias como Estados Unidos. 

—¿Qué pensás de la respuesta que se está dando a estas amenazas: el apoyo occidental a Ucrania o la reacción al modo no liberal de entender la política?
— Los europeos tenemos que entender que las “vacaciones de la historia” se han terminado. Hemos dejado la seguridad en manos de Estados Unidos, permitiéndonos incluso darles lecciones a los estadounidenses por ser los cowboys militaristas del mundo. Ahora, la amenaza militar para Europa es mucho más inmediata. Y ya no podemos depender de Estados Unidos para garantizar nuestra seguridad. La UE hasta ahora lo ha hecho relativamente bien, entendiendo que la situación es urgente. Pero no creo que la brutal toma de conciencia de cuán relevante es el momento actual sea algo que haya ocurrido en toda la clase política. Solo estamos viendo el inicio de una reacción. Además están las amenazas internas: hemos visto algunos empujes exitosos contra los populismos autoritarios, en Polonia, Brasil, Estados Unidos, y esto me hace ser relativamente optimista. Pero, al mismo tiempo, el descontento, que es profundo, con fuerzas políticas más moderadas, está muy extendido. Y los movimientos populistas siguen teniendo apoyos. Así que creo que no hemos encontrado la receta para responder a estas amenazas.

—¿Qué rol tienen las élites en este escenario?
—Ha llegado el momento para las élites cultural y política de empezar a mirarse al espejo. En los Estados Unidos, por ejemplo, Trump puede ser muy impopular y la gente puede ver sus puntos débiles. Pero, aun así, está liderando las encuestas. Y esto no es porque les encante el candidato. Lo que ocurre es que odian la alternativa. Yo veo que no se ha hecho una autocorrección en los últimos diez años, entre quienes han tomado las decisiones políticas, para llevarnos por un mejor camino. En Europa sucede algo parecido: me resulta sorprendente ver que el partido de ultraderecha en Alemania, más radical que otros partidos similares en Europa, está teniendo un éxito mayor en comparación con lo que ocurre en otros países europeos. Claramente, la economía alemana está en crisis, el Gobierno alemán es un desastre, pero Alemania sigue siendo un país muy funcional y un país rico. Creo que parte de la explicación tiene que ver con la complicidad de las instituciones del país y con la concepción de sí mismos que tienen algunos miembros del Gobierno: se consideran que son los únicos razonables y se creen superiores en la política del país. Si alguien se les opone, se convierte automáticamente en mala persona.

Las tres preguntas a Yascha Mounk se tomaron de la entrevista que le hizo Salvador Martínez Mas, publicada originalmente en Ethic. Para acceder a la conversación completa, podés hacer click acá.

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Acuerdo de Escazú. Aunque data de 2018, no todos los profesionales de la comunicación y los asuntos públicos conocen detalles sobre este Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, más conocido como Acuerdo de Escazú (se firmó en esa ciudad de Costa Rica). Es el primer acuerdo regional ambiental de América Latina y el Caribe y el primero en el mundo en contener disposiciones específicas sobre defensores de derechos humanos en asuntos ambientales. Fue suscripto por 24 países de América Latina y el Caribe, incluida la Argentina. Se vuelve a mencionar acá por sus implicancias actuales y potenciales en diversas industrias. Acá, un análisis interesante de Planeta sobre el acuerdo.

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Academia. Los valores políticos expresan valores personales básicos. Este artículo, de Schwartz, Caprara y Vecchione, ya referido en otras ocasiones, prueba cómo la estructura motivacional de los valores personales restringe y da coherencia a los valores políticos fundamentales. También que los valores políticos median las relaciones de los valores personales básicos con el voto: a modo de ejemplo, la prevalencia de ciertos valores en los italianos adultos antes de las elecciones nacionales de 2006 explica el apoyo que obtuvieron los ocho candidatos principales y permitió predecir la votación con un grado de precisión bastante notable. Dime en qué crees y te diré cómo votarás.

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Oportunidades laborales

¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

Con apoyo de

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